lunes, 3 de octubre de 2011

"LOQUITA DE PIEL CANELA": MICROHISTORIA DE UN PUTO DESDE EL ENCIERRO CARCELARIO



A sus 15 años de edad Kike incursionó en el mundo de la prostitución masculina, salió de casa buscando un mejor horizonte, lejos de los maltratos familiares. Fue en el 2004 que empezó a tener sexo con hombres por dinero, el mismo año en que abandonó la escuela cuando cursaba 5° de primaria. Escuchó de sus compañeros de colegio que en el Terraza Pasteur, en el centro de Bogotá, los “niños” eran bien cotizados por los “viejos morbosos”, allá “trabajando con el cuerpo”, podría hacerle el quite a la pobreza, al hambre y la soledad, ganando algún dinero, “dando culo al hombre por plata”. Se paraba en las columnas de este célebre centro comercial capitalino, a la espera de un cliente advenedizo que se dejara seducir por sus encantos infantiles. Su rostro de niño representaba un tesoro para los clientes de la zona, un tesoro incierto, tímido, la última carta de supervivencia. Esperar en las esquinas a que caiga algún cliente no es tarea fácil, a veces solo quedaba aguantar hambre o dormir en una que otra banca. Era la lucha cotidiana, la desesperación consuetudinaria por hacer los 10.000$ de la pieza del hotel, del pucho de marihuana o el cachito de bazuco; difíciles jornadas de trabajo, donde su “culito tierno de niño”, era la única forma de agarrarse a la vida en las necróticas y turbulentas calles de la ciudad.  

Todo tipo de clientes llegaban al Terraza, hombres viejos, algunos con plata, otros vaciados, algunos jóvenes y simpáticos, otros “viciosos” y aprovechados. Todos buscando un “polvo”, buscando “saciar la pasión y la arrechera”. Los abusivos, dice Kike, pagaban mal o simplemente se acostaban con él y no pagaban, a todo le hacía, lo importante era tener plata para comer. Lo peor que puede sucederle a un puto es que se enamore de su cliente… Durante un tiempo Kike recibió la ayuda de la fundación “Renacer”, institución encargada de proteger a los niños víctimas de la explotación sexual, allá le enseñaban a tener “sexo seguro y protegerse” y le advertían a lxs niñxs que esa vida “no es buena”, pero las soluciones materiales nunca llegaban.

La calle no era más que violencia, la policía y los transeúntes odiosos molestaban, agredían e insultaban a los putos del Terraza, Kike los cataloga como “homofóbicos”, no dejaban trabajar, no permitían pararse en las esquinas, injusticias diarias “porque uno no tiene más donde pararse es lo único que le puede dar a uno el pan de cada día”. Encaletado en su chaqueta Kike guardaba un cuchillo para defenderse, los clientes, en ocasiones lo golpeaban, no pagaban por las horas de  placer. Robarlos o “cargárselos” aseguraba la pasta para la reproducción de la vida. No todo era oscuro, algunos clientes eran “regios, muy buena gente, me proponían que me fuera a vivir con ellos”, eran cariñosos, complacientes y daban buenas propinas, pero siempre eran “viejos morbosos”. No recuerda bien como fue el primer día en esta actividad, sólo sabe que se sintió mal por “dar cuerpo a otro sin conocerlo por la plata”. Todos los días trabajaba, los riesgos de ser cogido por la policía eran constantes. Dice que este trabajo se caracteriza por ser “solitario”, hecho que se expresa en cuanto nadie de sus amigos “locas” lo han ido a visitar a la cárcel desde que está allí. Trabajar en la calle es pararse “junto a personas envidiosas y llenas de conflictos”, sus compañeras de la calle eran “niñas, travestis y puticas del centro.”, algunos también han estado en la cárcel.

Kike cree que “putear” no es un trabajo, es la “vida fácil, plata maldita”, esa plata se le iba en droga y rumba, a veces lograba sacar diariamente 100.000$ acostándose con 5 clientes, pero eso “no es vida pa’ ninguno” . Un día mientras esperaba en el Terraza con la pinta puesta para trabajar y ansioso por levantar algún cliente, Kike fue objeto de una agresión homofóbica, unos hombres que pasaban por ahí le gritaban “loca hijueputa lo vamos a matar”, le propinaron una terrible golpiza, le apuñalaron, le rompieron la boca y le quitaron algunos dientes, quedó destrozado y ensangrentado, cuando llegó la policía lo culparon a él por andar puteando y tener antecedentes como ladrón, total impunidad con sus agresores. Kike con tristeza exclama que “jamás volví a reír tranquilo”. Gritó con fuerza en busca de ayuda, salir de “esa vida” era un anhelo esquivo que nunca se escuchó por los oídos de otros, la experiencia subalterna por antonomasia.

Le pregunté a Kike sobre el color de su piel, acerca de las marcas de mestizo que posee y los sentidos que le adjudica a esta identidad etno-racial. De inmediato la asoció con su paso por la prostitución, la piel se convirtió en una forma de recordar y crear memoria. Kike dice tener una piel “muy llamativa”, no la cambiaría por nada, dice que la piel evoca en su cuerpo una “historia de vida dura, fea y buena a la vez”. Recién llegado al universo de la prostitución tuvo una temporada de importante éxito, en una ocasión obtuvo de un solo polvo 300.000$ Con este dinero se proveyó de alimento, techo y vestido, estaba satisfecho y no quería acostarse, por ese día, con otros clientes. Un hombre joven, lindísimo, montado en un carro último modelo pasó por el Terraza, era un carro color blanco, se estacionó sobre la calle 23 y le preguntó a Kike si quería irse a follar con él. Kike le dijo que se iba con una condición, a saber, que le diera más dinero o el mismo que tenía en ese momento en sus bolsillos, si no, no. El hombre del carro no tenía los 300.000$ que Kike pedía y se fue ofuscado. En aquel instante un compañero de la zona, una loca, le gritó a Kike: “Loca hijueputa es que tiene mucha”, con rabia se dio la vuelta y le replicó a la loca, que si quería que se “regalara” él. Kike lo abofeteó, le rompió la cara y le dejó un ojo negro.

Pasaron dos años de “camas de hotel barato, polvos jartos y cuchos verdes”, ese día en que Kike fue atacado por los “homofóbicos” nadie estuvo ahí para auxiliarlo, esa loca insospechada a la que había golpeado años atrás, en un acto de solidaridad impensado le extendió la mano, le dio 15.000$ para que fuera al hospital y se hiciera curar. Desesperado y con sangre en su rostro llegó hasta Medicina Legal y no lo atendieron, con el dinero, la cara rota y el espíritu molido, Kike se sentó en una olla del centro a fumarse la plata, “me senté en la olla, me puse a fumar bazuco, me puse a fumar y a llorar”. Ese día Kike pensó “hasta aquí llegó mi vida, ya me acabaron lo mejor que tenía ya no me importaba nada más”. Fumó por tres días y lloró por tres días, al despertar del soporífero efecto de la droga llamó a su amiguito la loquita, su nombre era Jhon.

Jhon acogió a Kike, lo llevó a su casa, le dio de comer, lo vistió y curó sus heridas, tanto las del “corazón y las del cuerpo”. Jhon confió en Kike, “me daba hasta 2.000.000 de pesos para que se los consignara al banco y yo le rogaba a dios para que el diablo cochino no me tentara”. Jhon era un joven simpático, alto, de ojos brillantes y “bien montado”, un “putico 100% bonito”. Todo el mundo decía que él y Kike tenían el mismo color de piel, un capital erótico ceñido a la existencia corporal misma. Todo marchó bien, compartieron compañeros, amantes, clientes, sueños, noches de rumba y cocaína. Gracias a la similitud de color de piel, Kike encontró beneficios incalculables con clientes que lo confundían con Jhon y pagaban bien por sus servicios, ese color de piel, dice Kike, “me convirtió en esa loquita de piel canela, como morenita, que se las hacía todas”. La piel habla y en este caso las marcas del mestizaje se convierten en mecanismo para la subsistencia. Kike pareció encontrar un santuario de paz en medio de la violenta y precaria vida de la calle. Una noche Jhon no volvió a casa, pasaron las horas y no apareció, lo hallaron muerto, tenía dos tiros, uno le atravesó la mano, el otro el corazón. Dicen que lo mataron unos “manes que hacían limpieza social”      

Llorando junto al cuerpo fallecido de Jhon, Kike le ofreció disculpas por haberlo golpeado una vez y le agradeció amorosamente por haberle dado ayuda, fue el único que se la dio. “Se lo agradezco con el corazón, nunca lo olvido y la verdad nunca lo olvidaré”, su recuerdo lo lleva en la piel, un recuerdo que duele y señala la ausencia de esperanza. Cuando Kike salga de la cárcel piensa en ir a Barranquilla de donde era oriundo Jhon y donde fue enterrado, “quiero ir a saludarlo, sentarme a llorar un rato con él, llorar en su tumba, pagarle una misa y entregarme a él cuando salga, mi único amigo”.

La última vez que hablé con Kike le llevé una ropa que le conseguí. No era la mejor ropa pero estaba en buen estado, hablamos y me dijo que necesitaba más ayuda, estaba quedándose en casa de un familiar pero tenía que salir pronto de allí. Se sale de la cárcel pero ella nunca sale de tu cuerpo. El sujeto es cargado con el estigma de la criminalización, con la marca de lo abyecto. Sólo en un par de días Kike regresa al Terraza buscando y vendiendo placeres trashumantes, seguramente con dolor y nostalgia por regresar a esa vida azarosa y aciaga que la cárcel no logró “corregir”. Un día lo llamo a casa de su prima y me entero que Kike yace de nuevo, en tan sólo 15 días de supuesta libertad, encerrado en un calabozo de la UPJ. 

domingo, 12 de junio de 2011

Disidencia sexual: A tomarnos la marcha LGBT este 26 de Junio!!



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El próximo 26 de Junio saldremos una vez más a las calles a denunciar el opresivo régimen heterosexual que ha fundamentado la ficción de la nación colombiana. Para muchas disidentes sexo-génericas tomarnos las calles en el marco de la “Marcha por la ciudadanía plena de las personas LGBT”, representa un acto de desafío y cuestionamiento a las categorías excluyentes y normalizantes de “ciudadanía”, “familia”, “sociedad” y “derechos”.
Este año, por decisión de los/as organizadores de la marcha, el tema central de la misma será el reconocimiento de la “diversidad de las familias”, “sus mil colores” y la exigencia del matrimonio igualitario.

Para muchas de nosotras, maricas, areperas, trans, marginadas, trabajadoras precarias, negras, mestizas y portadoras de VIH, es comprensible que un sector del movimiento LGBT quiera “unificar” las voces de esta manifestación, a favor del reconocimiento legal del matrimonio de personas del mismo “sexo”, como mecanismo de supervivencia y de acceso a derechos de bienestar social fundamentales; derechos que se supone debería garantizar el estado colombiano.

Muchas de nosotras reconocemos el carácter estratégico de estas luchas y consideramos que el logro del “matrimonio igualitario” es un importante paso para los objetivos del movimiento. Sin embargo, aunque el matrimonio y el reconocimiento de las uniones gay y lésbicas son una importante ganancia a nivel práctico para muchos activistas, para acceder a derechos, siguen situándose en la lógica de la heterosexualidad y continúan reforzando la naturalización y el privilegio del vínculo económico y social del matrimonio.

Nos oponemos a que el Estado ordene nuestras relaciones sexuales. Nos oponemos a que unas formas particulares (matrimonio) de convivencia sexual y erótica, se manifiesten como legítimas en detrimento de otros modos de sexualidad. Nos oponemos a la lógica del matrimonio como mecanismo regulador para el acceso a derechos de las personas estigmatizadas por sus identidades sexuales y de género no normativas. Nos oponemos a la monogamia gay-lésbica como fundamento del matrimonio igualitario, y como acuerdo obligado para acceder a derechos ciudadanos. Nos oponemos al llamamiento de “consensos” y discursos unívocos para convocarnos a la marcha; no tenemos los mismos intereses y creemos que se privilegian las voces de aquellos gays y lesbianas blanco-mestizos de clases medias y sus problemáticas, en desmedro de las exigencias de redistribución económica, reconocimiento y dignidad para las personas Trans, la exclusión de las personas LGBT empobrecidas por el capitalismo, el racismo y la guerra.

Nos sumamos a un cuestionamiento activo, paródico, lúdico y subversivo del régimen heterosexual. No queremos inclusión acrítica en las leyes y derechos de un Estado capitalista, misógino, racista y mortífero. No celebramos la “diversidad” ni “nuestros mil colores” sin tener en cuenta que la marca de “diversos”, es el producto de un proceso violento de exclusión y normalización de la hegemonía heterosexual. Saldremos a marchar para denunciar estos discursos multiculturalistas, que en su afán de “inclusión” e “igualdad”, se asimilan, se convierten en ornamentos del poder dominante (hetero-blanco-capitalista-militarista), sin cuestionar las mismas normas que los excluyen.

En ese sentido, hacemos un llamado divergente a la construcción múltiple y creativa de nuevas formas de placer, sexualidad, de encuentros eróticos no dominantes, no racializados, no “familiarizados”, no generizados, no monogámicos, no estatizados, con el fin de descolonizarnos de los discursos totalizantes que nos quieren imponer formas “respetables” y “normalizadas” de acceder a derechos. Todos los cuerpos marginados y estigmatizados por sus prácticas sexuales no normativas y sus identidades de género discordantes, tenemos la misma posibilidad de existir como sujetos válidos, sin restricciones, violencias ni injurias. No queremos tener que “casarnos” para ser cobijados/as por el manto de la inteligibilidad y el respeto de la sociedad. Consideramos que “[…] si hay una institución que apalanque la heterosexualidad como régimen político, esa es el matrimonio. En este punto no importa necesariamente el sexo de los contrayentes pues el modelo heterosexual es reafirmado.” [Cf. Ochy Curiel]

A tomarnos La Marcha por la “ciudadanía” LGBT este próximo 26 de Junio!!! A inventarnos desde la rebelión y la disidencia sexual nuestros propios cuerpos, sexualidades y devenires políticos. Encontrémonos este martes 14 de junio en la Universidad Nacional de Colombia a las 2pm en la entrada del Edificio de Sociología para discutir propuestas, traer ideas y organizarnos como manada furiosa ante el hetero-capitalismo-racista y misógino!!

sábado, 19 de febrero de 2011

martes, 15 de febrero de 2011

Ni odio ni miedo de mi propio coño!!!



Ayer sentí rabia por muchas razones, todas ellas me afectaron de manera tan directa, sentí una puñalada justo en el cráneo, sobre la carne de mis amigas cercanas, sobre mi manada…

La violencia sexual es un mecanismo de dominación y terrorismo que se ejerce sobre el cuerpo de las mujeres, a veces no importan las diferencias de clase, capital educativo, raza/etnia o edad, sexualidad, para ser agredidas, escupidas, mancilladas. Para la cultura patriarcal y heterofálica en la que hemos sido obligadas a vivir, tener un coño es sinónimo de subordinación, ausencia de derechos, disponibilidad sexual y económica, un sujeto que debe ser explotado como corolario “natural”. Los ataques sexuales contra las mujeres, la violación, el hostigamiento y la tortura contra ellas, es algo que sucede a diario y que muy pocas veces se enuncia, se naturaliza y queda en el silencio. La empresa patriarcal heterofálica de dominación sexual, es una empresa totalitaria, agrede, viola y castiga, y luego exige el silencio y la normalización de esta práctica. Me indigna este mierdero ideológico, vivimos en un imperio misógino de terrorismo sexual.

Ayer me dolía escuchar que al ser socialmente fabricadas como “mujeres” y leídas como tal, esto es, como objetos follables y explotables, debemos “acostumbrarnos” a vivir con este estigma de objeto violable, con el cual el patriarcado obtiene todas sus ganancias políticas, económicas y simbólicas. “Sentirse suciamente mujer” porque un cabrón intenta violarnos, porque un hijo de puto se masturba en nuestra cara y nos escupe una sarta de groserías machistas, genera cierta ruptura subjetiva dolorosa y profunda. La violación enuncia la superioridad de los machos sobre las mujeres, el control sobre sus vidas y sus devenires, pero además, es un arma de doble filo, pues luego de ser violada y humillada, pretende que te odies a ti misma, a tu cuerpo y tu coño por haber sido construida en tanto “mujer”, que te quedes callada, que te frustres y te asustes y te conviertas en un sujeto frágil, dócil, bloqueada para salir a la calle, amedrentada para andar sola o cohibida para volver a usar un atuendo sexy y entaconarte para andar orgullosa por la ciudad.

Ayer te intentaron violar y eso me cabrea hasta tener ganas de ir contigo como desquiciadas a cortar y rebanar los penes de todos esos machos cabríos. Pensamos una y otra vez en Virginie Despentes, sobre todo cuando afirma estar furiosa contra la sociedad, pues ha educado a las chicas para que nunca respondan a las agresiones masculinistas y a no enfrentarse violentamente a cualquier perro que intente abrirles las piernas a la fuerza, esa misma sociedad inculca a las mujeres que la violación es un crimen del cual nunca deberán reponerse.

Mi corazón lésbico, para las perras de mi manada, no nos puede ganar la pasividad, ni el silencio, ni el terror, tenemos todo el derecho que nos salga del coño de salir a la calle sin temor, no podemos dar el brazo a torcer ante el terrorismo patriarcal y darles el gusto de salir vestiditas y recatadas por el miedo de ser violadas, debemos romper esa moralidad pacata y esa mentalidad masculinista que muchas mujeres comparten de que “si nos violaron o nos agredieron fue por nuestra culpa”.

Desde el feminismo he aprendido que ese odio que el heteropatriarcado fomenta contra nosotras mismas por ser asignadas o haber decidido “ser mujeres”, debe ser depurado de nuestros cuerpos, nuestros sentimientos e imaginarios. Jamás podremos dejar en manos de los machos la definición de nuestros cuerpos e identidades. “Soy mi propia mujer” es una slogan hermoso, pues pone el acento en la autocreación, en la producción autónoma de un sujeto mujer que no es sumiso ante el terrorismo sexual masculinista, ni busca ser la dulce damita dócil, ni la madre abnegada ni la esclava sexual. La violencia sexual, la violación nos dictan que debemos sentirnos “sucias por ser mujeres”, nada de esto, no podemos ser esa “mujer-objeto” que ellos desean. Dejarnos clavar ese odio propio, ese miedo sobre nuestros propios coños, es una de las bases del poder hetero-patriarcal. No tenemos miedo!!!! GRRRRRRRRR. Parafraseando a Liliana Felipe:

Que tiemblen porque no tenemos miedo de disfrutar de nuestros cuerpos, de afirmarnos como sujetos soberanos sobre nuestra entrepierna y nuestras emociones, pensamientos y orgasmos. La clave es esa, no temer a su terrorismo absurdo de supremacía y violencia, a su política de olvido y ocultamiento de sus violencias masculinistas. Re-recordar planteaba la feminista radical Diana Russell, una política de reconciliación con nosotras mismas y de activismo político contra la imposición de la memoria de los dominantes: “Tales recuerdos y denuncias son el trabajo que tiene que hacer todo el movimiento feminista para enfrentar la violencia contra las mujeres: desobedecer la orden de los padres de olvidar, negar y mantener silencio; por el contrario, hay que entregar a los padres abusivos, a los esposos, hermanos, los amantes, los hijos, desconocidos y amigos…..

Recontar y reconocer nuestras historias de opresión, recordar el horror pero de una forma en que la memoria no sea destructiva, una memoria de oposición que nos permita enfrentar el horror para salvarnos y crear nuevos horizontes no patriarcales...

PD: Que se atenga un dizque profesor de “Hominización” del departamento de Antropología, protesta Transfeminista contra su godarria machista. Algunas de sus frases en clase: "A las mujeres les gusta que les den duro", "Es terrible tener una jefe mujer", "Las mujeres no completan los tres procesos de pensamiento -ver, mirar y observar-, ya que no pasan del primer nivel emocional e incosnciente"! ¿QUÉ ES ESTA BASURA?...Manifestación Feminista YA!

jueves, 27 de enero de 2011

Mona Camaleón: Trapo feminista: ¡Querida amiga diego!

Mona Camaleón: Trapo feminista: ¡Querida amiga diego!


Iba caminando como siempre, mirando hacia el suelo como tratando de encontrar un billete de 50 mil botado en el piso, cavilando guevadas, viendo cómo mis pisadas de patota maricona me guiaban a mi casa luego de una tarde ajetreada de conversaciones, buena cara, peluquerías y trabajo. De repente, en cuanto cruzaba la esquina de mi barrio proleto, escucho aquella voz de travesti ronca que me acompañó en mi despertar mariquita, aquella morena grandota y fantasiosa que fue mi amiga loca, hija de panaderos, la galleta, el roscón, siempre tú, La diego. La cabrona me gritó desde la otra esquina “Loca”, “mona loca, ya no saluda”; en shock y sorprendida me boto a la calle y tomando aire para vocalizar aquel acento de señora chismosa, de loca digna y remolona , le grito “Ayyyy, más loca será usted”….Abrazos, picos, ojos brillantes, me recuerdo a mi misma andando con La diego, caminando por chapinero, buscando buenos polvos y manes espectaculares, aquellos que nunca llegaron porque somos refeas y nunca sentimos encajar en la norma hiper-gay, hiper-masculina del bom-bom fashion, que manda y da la parada en el mundo de las locas. No nos importaba mientras sonara “I´m slave for you” de Britney y pudiéramos mover nuestras caderonas de reina.

-         -   Ay amiga ¿cómo está?, Usted es una hijueputa, se perdió tan pronto entró a la universidad.
-          -  Marica, las personas cambian.
-            - Las personas cambian pero usted se olvidó de quién la hizo la marica que es.

Sentí el plomo de aquella bala-palabra que me entró por el pecho y me acribilló sin tener forma de esquivarla, responder o inventar una excusa. No sabía cómo explicarle a mi amiga La diego que cuando entré a la universidad a estudiar sociochimbadas tenía muchas expectativas, quería “cambiar”, me había hartado de ser la “loca del barrio”, la mona, la niña-mariposa, la Gayson del colegio. Ay marica, verle su cara de diva proletaria, de maricona orgullosa, con su indemne porte de draga en plena marcha LGBT, me hizo pensar que yo misma me fabriqué un closet, una máscara para pasar inadvertida, ser ese “gay serio”, estudioso y reformado, ese auto-flagelo, esa disciplina propia que cohíbe la partidita de tacón, la agudeza de la voz, la caminata de pasarela y la manito quebrada. Quería que papá se sintiera orgulloso, levantarme otro “gay serio”, un marido para conformar una linda parejita, hacer carrera y ser “respetable”, todo un marica asimilado, de esos que le son útiles al sistema, que no son corrosivos y quieren abdomen de gimnasio para irlo a mostrar en las noches de viernes para que se les queden mirando y no se sientan perdidos por no haber hecho el conquiste de la noche.

Amiga tengo que decirle que me hizo falta buscar en mi genealogía… que el nombre “Jeisson” me fastidia, que no debí haberme depurado tanto, haberme “purificado” en tanta miel heterosexista, que es empalagosa porque da seguridad, pero a fin de cuentas es asfixiante porque no deja respirar, no deja transgredir las fronteras, no permite la duda y le pone barreras a la mutación del cuerpo.

Hoy que la veo a los ojos y le miro sus pestañotas con rímel transparente pienso en su inquebrantable entereza de mariquita, su no miedo a la mano dura de su papá, su persistencia ante las burlas del barrio que me la mitificaron como la “loca de la panadería”, ni a la opresiva institución familia, ni al desplante elitista y masculinista del mundillo gay, ni a la sociedad en general enferma de género, enferma de binarismo. Marica nunca se lo he dicho pero usted es mi teórica queer favorita, tengo que presentarle a Gayle Rubin y su hermosa utopía feminista, una utopía con la que alguna vez soñamos pero que hace poco leí escrita en unas páginas: “El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género, aunque no sin sexo, en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es, lo que hace y con quién hace el amor”….Creo que deliramos con esto alguna vez, brindamos en una esquina del barrio, en un parque, soñando con ver a su papá montado sobre tacones y con un delantal rosita atendiendo la panadería, los mecánicos machos del barrio con melenas decoloradas llevando a los bebes para el kinder y las monjas del colegio con bigotes y en caballo. Fuimos chicas, fuimos escurridizas, peliamos hasta el cansancio contra nuestros nombres de varón. Como aplaudo a La mona y La diego.

-Pero amiga, amiga, no le he contado, ahora soy La Trapo.
- Pero que nombre tan feo linda, prefería La Mona.
- jaja, es cierto, pero La Trapo tiene mucho de La Mona.

Ahora que camino en retrospectiva, creo que nunca había expuesto mi amor a los feminismos y a mis amigas lesbianas y post-lesbianas e hiper-lesbianas, que me han ayudado a no dejar morir a La Mona, a sacarla de los escombros, a construirme como diva descachalandrada, como princesita pobre de barrio popular. Lesbiana feminista, engendro de arepas, multitud encarnada, estoy contenta de poderte mirar a los ojos mi querida diego y continuar con la utopía de crear un barrio, un mundo, donde lo que tenemos entre las piernas o con quién follamos o como construyamos nuestro género, no sea un impedimento para crear alianzas, narrar otros mundos, inventar nuevos cuerpos y bailar Britney Spears. Adoro a mis arepas pues me hicieron un rebautizo de gueto feminista, me abortaron a otro mundo donde ya no tengo vergüenza por ser y hacer las mariposadas que hago, el feminismo que invento y las pasiones que me rebotan: Suxy, Dianita,Iityk, Maria Elena, Claudinchis, Cayita, bebe, diani pop, angelita, sylvi....  

Y lo adoro a usted pedazo de loca!

No más “Jeisson”, por ahora Soy La Trapo, la trans-pobre, que glamour!! y en mí nada la mirada inquieta, la fragancia potente de La diego que nunca ha declinado de ser una loca revolucionaria sin que ella aún lo sepa…
:D




viernes, 14 de enero de 2011

Vidas que no importan, duelos selectivos: La biopolítica y el caso mediático de los estudiantes asesinados de la U de los Andes.

Como hablaba hoy con mi mejor amigo Jeremy Brown Bourdieu, nos indigna y repudiamos el asesinato de los estudiantes de la universidad de los Andes, pero nos corroe las entrañas que los medios de comunicación de este país decidan qué vida vale la pena recordar y tratar con dignidad y cuáles cuerpos son los que no importan, ¿Cuántas personas mueren en Colombia víctimas de la violencia estatal, para-estatal y la mafia de la droga y no reciben tanta mediatización, es decir, no merecen recordarse o sentir indignación por sus asesinatos? 

Cámaras, artículos de prensa, fotos con el ataúd, remembranzas, frases como "todos los colombianos estamos compungidos por la muerte de estos estudiantes", horas de transmisión sobre ese fatal hecho y bueno, creo que existen muchos factores de clase social y razones de élite local, que pueden explicar el por qué del interés de los noticieros por la muerte de estos jóvenes. Mi pregunta apunta por la vida de aquellos/as que Foucault llamaba "los hombres y las mujeres infames", quienes no aparecen en la escritura del poder, aquellos cuyos cuerpos son disponibles, desechables y no cuentan, no merecen entrar en el cálculo de la vida y que por lo tanto, sus muertes tras la violencia endémica de este país, a veces sólo permite dedicarles un titular de mínimo un minuto al aire. Una corroboración de la normalización de la muerte sobre los otros y las otras, un minuto para decirnos que sus muertes son un noticia más, un minuto para olvidar que aquellos/as que viven la cara aciaga de la violencia no son tan importantes. Un minuto lamentable, 30 minutos de farándula, 25 minutos de deportes…

En San Bernardo del Viento, donde fueron asesinados los estudiantes de los Andes,  los paras y el narcotráfico llevan asesinando gente desde hace bastante tiempo, gente sin apellidos de renombre, posiblemente sin formación universitaria, campesinos/as, desplazados/as, gente de la periferia de esta Colombia sangrante e indolente. Sus muertes no han suscitado editoriales como "indignación nacional" o "un adiós inmortal", no fueron tratados como héroes y heroínas o quizá, sus cadáveres yacen podridos en alguna fosa común que tanto se acostumbra usar como medio de desaparición de la memoria y de las injusticias.  

¿Por qué cuando se supo en los medios de comunicación el caso de los falsos positivos en Soacha hubo duda (y hay duda) sobre los antecedentes penales de esos jóvenes y en otros casos no? ¿Por qué sus muertes no "indignan a los/as colombianos/as?" ¿Por qué cuando jóvenes mueren en las comunas de Medellín o en cualquier otra barriada del país no nos pesa en el "alma" y lo primero que surge es un sentimiento justificatorio como "de pronto si eran "delincuentes"?

Judith Butler se preguntó una vez ¿Qué cuerpos merecen duelo? ¿Qué consideramos como “vida” y qué cuerpos no la merecen? La vida se cuida y se mantiene diferencialmente, y existen formas radicalmente diferentes de distribución de la vulnerabilidad física de las personas a lo largo del planeta. Ciertas vidas están altamente protegidas, y el atentado contra su santidad basta para movilizar las fuerzas de la guerra. Otras vidas no gozan de un apoyo tan inmediato y furioso, y no se calificarán incluso como vidas “que valgan la pena”.

500 millones de pesos para capturar el asesino de los estudiantes de los Andes, ofreció el gobierno hoy por la cabeza de “alias gavilán”, las vidas “altamente protegidas” de estos jóvenes, el imaginario mediático y populista de Caracol /RCN/El Tiempo y el gobierno Santos,  despliegan una memoria hegemónica, un solo fragmento del horror que viven muchas, muchísimas personas en Colombia. Se movilizan las “fuerzas de la guerra”, se ofrecen millones por las vidas que cuentan, se emite un mensaje: las no-vidas de los otros no valen ni un céntimo.

Biopolítica de los medios de comunicación. La memoria de sus muertos de lujo, de élite, hace doler a un “país”. El llamado es a romper esta manipulación, esta fábrica de la producción de sentimientos nacionalistas, esta maquinaria de olvidos y de corazones de piedra que se supone debemos tener con los no ricos, lxs desplzadxs, con lxs no blancos, los no-heterosexuales, lxs excluidxs, lxs “anormales”.

Ninguna vida debería ser arrebatada por la violencia, pero no nos pueden obligar a creer que el “verdadero duelo” lo merecen unos pocos, que tienen o tuvieron el dinero suficiente para salir en televisión y en prensa.

El problema no se reduce a la existencia de un discurso deshumanizador que produce estos efectos, sino más bien a la existencia de límites para el discurso que establecen las fronteras de la inteligibilidad humana. No sólo se trata de una muerte pobremente marcada, sino de muertes que no dejan ninguna huella. Tales muertes desaparecen no tanto dentro del discurso explícito sino más bien en las elipsis por las cuales funciona el discurso público”  (Judith Butler)