martes, 21 de diciembre de 2010

ARMANDO UNA UTOPÍA FEMINISTA

Soy un amasamiento, soy el acto mismo de amasar,
De unir y mezclar, que no sólo ha producido una criatura
De la luz y una criatura de la oscuridad, sino que también
Ha engendrado una criatura que cuestiona las definiciones
De luz y oscuridad y les da nuevos significados.
Gloria Anzaldúa.

La posibilidad de pensarse fuera de las hetero-designaciones coloniales, patriarcales, racistas y clasistas, exige de creatividad y praxis feministas, que posibiliten la emergencia de un nuevo “yo”, una subjetividad contra-hegemónica, múltiple, solidaria, opositiva y responsable, con la fabricación de realidades políticas y de existencia, basadas en procesos descoloniales comprometidos con la cotidianidad de nuestras propias vidas, de forma que podamos dar cuenta del mundo en relación con el poder hegemónico, como un compromiso con colectividades que tengan como premisa las ideas de autonomía y autodeterminación, en otras palabras, la práctica democrática.
El feminismo que sueño, que leo y con el que me identifico, es un feminismo heterogéneo donde la reflexividad emerge como un principio fundamental, que requiere de un volver sobre sí mismx, sobre los cuerpos y el espinoso tema del sujeto del feminismo. Algunas posiciones radicales, identitarias “de hierro”, separatistas, entre otras que han inundado algunas prácticas discursivas feministas, han preservado lo que Teresa de Lauretis ha denominado la paradoja “mujer”; un sujeto construido bajo el manto ilusivo de la coherencia y la diferencia, una universalidad definida en términos de supuestas condiciones homogéneas de opresión, que denota el movimiento fantasmal de un esencialismo totalizador, que refiere a La Mujer como el único lugar de enunciación para encarnar, resistir y contestar la dominación masculina. “La Mujer” expresa el racismo, el heterosexismo, el clasismo y el colonialismo imperantes en los discursos hegemónicos del feminismo de la academia occidental.
Ante este sistema excluyente y acrítico con la diferenciación sexual que enarbola a “las mujeres” como las únicas posibles de encarnar las críticas y la episteme feminista, deseo pensar en un feminismo que parta de la desidentificación de las categorías coloniales de “hombre” y de “mujer”, con la finalidad de construir multitudes feministas que se identifiquen en legados y genealogías de resistencia, constituidos éticamente por una consciencia opositiva fundada en principios democráticos feministas, y no en las “diferencias sexuales”, los determinismos biológicos o los esencialismos culturalistas que identifican mujeres=víctimas, hombres=victimarios. Es necesario crear lo que Chandra Mohanty denomina procesos de escritura de sí, en relación a contextos interpersonales y políticos múltiples, que permitan inventar nuevos cuerpos, nuevas formas de existencia, de relaciones sociales que transgredan el orden y el régimen heterosexual, sujetxs excéntricxs, sujetxs desde el balcón.
Quisiera retomar la metáfora de la “casa” y el “balcón” desarrollada por Melissa Cardoza, una metáfora que nos da la posibilidad de mirar y situarnos tanto adentro como afuera de la “casa”. La “casa”, aquella quimera de coherencia  y seguridad basada en la exclusión de historias específicas de opresión y resistencia, y en la represión de las diferencias dentro de cada persona. La “casa” puede ser entendida como muchas instituciones y procesos sociales que exigen coherencia, lealtad y obediencia a determinados ideales de ser, existir y pensar; el Estado, la familia, la nación, la comunidad, las identidades, pueden convertirse en este lugar tan cómodo y acogedor y a la vez tan despótico, estabilizado y conforme.
<<Estar en la casa>> y <<fuera de la casa>> es el capital que posibilita una posición excéntrica, una posición múltiple que no pretende liberarnos, ni ponernos fuera de la cultura, pues implicaría omitir la conciencia de lucha, la memoria y el poder hegemónico que también nos ha constituido en tanto sujetxs, de esta manera,  la excentricidad discursiva del feminismo que imagino y que me gusta, es una forma política de reinterpretar los códigos dominantes que se han inscrito en nuestra piel para reconvertirlos, analizar y combatir lo dominante tatuado en nuestra carne y la posibilidad de tejer procesos de resistencia, desde distintas posiciones de sujeto que no involucren la defensa de un “origen”, una “verdad” o una “coherencia”: Es un desplazamiento, una desidentificación de un grupo, una familia, un yo, una “casa”, digamos incluso de un feminismo mantenido unido gracias a las exclusiones y a las represiones que sostiene toda ideología de lo mismo- es además un desplazamiento del propio modo de pensar; comporta nuevos saberes y nuevas modalidades de conocimiento que permiten una revisión de la teoría feminista y de la realidad social desde un punto de vista que es a la vez interno y externo a sus determinaciones.
La excentricidad feminista se despliega y se vive desde el “balcón”, no sólo desde un balcón de lesbianas, sino un balcón para las multitudes, para los maricas, las travestis, lxs indígenas, lxs jóvenes, lxs  desviadxs, postcoloniales, anticapitalistas, anti-racistas y las diversas heterogeneidades, que desean y se comprometen en el establecimiento de plataformas alternativas de lucha autónoma, que traspasen el marco tradicional del reconocimiento y la “inclusión”. Es por esto que el feminismo, para desplegar su programa democrático, debe partir de la escritura de las “teorías en la propia piel”, “teorías desde la carne y el hueso”, en las que no se hable en nombre de, o interpretando a, sino se potencialicen formas de politización de la propia historia, la conjunción entre la praxis y la teoría, que tengan como referente la exigencia de escucha de las voces multitudinarias de lxs subalternxs.
 Voces, luchas, e intereses situados y feministas, reconocidos en sus propios ritmos, tal como lo expresa la activista feminista indígena Martha Sánchez. “No es lo mismo ser nosotras objeto de estudio, de cifras, de folclor, a ser mujeres con voz, que buscamos interlocución con dignidad, con respeto, con igualdad, y que queremos no sólo participar en la elaboración  de programas con perspectiva de género, sino ser partícipes de la ejecución y de los impactos que tengan en los niveles que sean”…
Esta posición localizada y referida a las propias condiciones de opresión, permitiría confrontar los discursos de algunas feministas institucionales y ONGizadas, que se pronuncian como representantes de las “oprimidas”, las “expertas en género”: Las teorías feministas que examinan nuestras prácticas culturales como “residuos feudales” o que nos etiquetan como “tradicionales” también nos representan como mujeres políticamente inmaduras, que necesitan ser educadas y formadas en el carácter distintivo del feminismo occidental. Estas teorías deben ser impugnadas constantemente” [Mohanty. 2007]
La deconstrucción de estas teorías feministas, predominantemente blanco/mestizas, pequeño burguesas y situadas en el “centro”, requieren de perspectivas interseccionales como una forma de comprensión de los distintos regímenes de opresión, que se fabrican de manera heterárquica y co-constitutiva, por lo cual, la categoría género, tomada de manera aislada, es incapaz de brindar derroteros de análisis y acción política, que logren desestabilizar los regímenes de dominación en su complejidad imbricada. Asumir una ética postmodernista de identidades fugaces, inestables y fluidas, no es suficiente para hacer frente a los procesos de recolonización capitalista que se están llevando a cabo en todos los rincones del planeta, de ahí que sea fundamental la práctica de un feminismo historizado, situado y de carácter transnacional que permita imbricar la clase, el género, la sexualidad y la raza: Ennegrecer el feminismo y feminizar las reivindicaciones de los movimientos etno-raciales, sin caer en posiciones ortodoxas y monolíticas: “Las dos maneras de perderse son: por segregación siendo encuadrado en la particularidad, o por dilución en el universal”: La utopía que hoy perseguimos consiste en buscar un atajo entre una negritud reductora de la dimensión humana y la universalidad occidental hegemónica que anula a la diversidad. Ser negro sin ser solamente negro, ser mujer sin ser solamente mujer, ser mujer negra sin ser solamente mujer negra” [Carneiro. 2005]
Este proceso de des-identificación y de identificaciones estratégicas que se alternan en la lucha política por un feminismo democrático y múltiple, es a la vez una crítica a los procesos de estabilización que el Estado y sus agencias multiculturales promueven para sostener el orden sexual, racial, colonial y de clase, manteniendo a “lxs otrxs” como lxs diversxs, lxs diferentes, lxs multiculturales. En este sentido, creo que mi utopía política de un feminismo múltiple y excéntrico, debe evitar caer en los procesos de normalización estatales consignados en sus maquinarias de ciudadanización, heterosexualización, clasificación e “institucionalización”. Estas maquinarias requieren de una solidez identitaria impresionante, se resisten a la aceptación de las desestabilizaciones provocadas por las posiciones subjetivas de frontera, e imponen una lógica degradante de “hacer lo posible”, mientras algunos pocos, por lo general hombres blancos-heterosexuales-dominantes, “hacen lo que quieren” y utilizan los nombres y las consignas de los movimientos sociales para refrendar sus políticas de “nueva hipocresía mundial”. Esta supuesta “política de lo posible”…la de la negociación y el cabildeo es tan pobre e indignante que rechazo la convicción de pensar en que la política sea este único y vergonzoso lobby de algún espacio intangible y retórico que no parece tener soluciones para nadie…es la dinámica masculinizada de la muerte la que sigue triunfando.
Es importante combinar formas de lucha que se resistan de igual manera, a las prácticas normalizadoras que efectúan los procesos capitalistas neoliberales que a través del mercado, intentan regular la participación política y cuidadana, ofreciendo dádivas a los consumidores y pagadores de impuestos, por encima de las multitudes desvalijadas por la ausencia del Estado de Bienestar y la imposición de su “mano dura”, como garantía del funcionamiento de la lógica guerrerista y  militarizada del furtivo capitalismo transnacional. Por ello, creo en la necesidad de pensar las multiplicidades feministas como políticas comprometidas con estrategias “socialistas” y de “transnacionalización descolonial”. Contra la internacional del terror que representa el neoliberalismo, debemos levantar la internacional de la “esperanza” que permita luchar contra la globalización capitalista, a través de prácticas de alianzas entre movimientos sociales y transnacionales que engendren una democracia participativa transfronteriza que se sitúe fuera de la esfera imperial.
Mi utopía feminista es una utopía que se mueve a través de acciones pedagógicas, paródicas y monstruosas (en el sentido foucaultiano), la pedagogía como práctica del cruzar, de la enseñanza de las posiciones de frontera y señalamiento de los márgenes que construyen los procesos de normalización y exclusión, es fundamental para crear corporalidades y conciencias opositivas,  que se resistan a los procesos de objetualización y deshumanización que tienen que ver con las miradas del capitalismo patriarcal, es decir, la Democracia con D mayúscula. La pedagogía como lugar de encuentro, de diálogo, de conflictos, de desviaciones, de voces múltiples, tiene la potencialidad para desplegar formas históricas para la construcción de la autodeterminación y la autonomía de los grupos sociales marcados, de ahí que la pedagogía tenga el imperativo de hacer el mundo en el que vivimos inteligible para nosotrxs mismxs y para los otros- en otras palabras, enseñarnos a nosotrxs mismxs.  Porque al interior de las arqueologías de dominación reside la voluntad de dividir y separar, las pedagogías apuntan a las inversiones mutuas que debemos hacer para cruzar hacia una microfísica de la independencia.
Por otra parte, retomo el feminismo fronterizo como una posibilidad de transgredir las certezas culturales y las identidades esenciales, para esto, la pedagogía como una tecnología de disciplina retomada por el feminismo, puede convertirse en una herramienta de creación de “estrategias de mutuo cambio”, espacios de enunciación donde el ejercicio de escuchar, deliberar, hablar, no implique desvanecer la propia historia, la trayectoria de vida y el propio posicionamiento; espacios para el despliegue de las estrategias democráticas feministas para que hablar sea para ser escuchadx, escuhar para fortalecer mi propia palabra.
Por último, quisiera enunciar que el feminismo excéntrico que sueño, está comprometido con luchas desestabilizadoras a todo nivel, pero principalmente deconstruye la sexualidad, el género y la corporalidad como meros receptáculos donde se posiciona el poder bio-político masculinista patriarcal; la parodia queer, como una estrategia feminista excéntrica, deviene en mi utopía como la necesidad de vincular la estética y la teatralización de las estructuras de dominación, a partir de citaciones subversivas de los códigos normativos de género, clase y raza; mímesis desviadas de todo aquello que concebimos “normal”. Estos dispositivos paródicos remiten a lo que Pat Califia denomina como la posibilidad queer, aquella posibilidad que rompe con la idea clásica de la lucha política que pasa por la creación de un sujeto político bien definido y estable, la lucha política queer se convierte en una nueva lucha transversal que consiste en la búsqueda y señalamiento de fisuras del capitalismo y del patriarcado, para desde ahí producir discursos, prácticas de resistencia y estrategias de fuga.
Las parodias de este feminismo están orientadas a generar un quiebre en las tradicionales expectativas del/x aprimidx como sometidx, dócil y amargamente inscritx en una lucha gris y triste por los embates de la dominación; si bien estos procesos son dolorosos y generan profundas heridas de exclusión, marginación y violencia, creo que es posible reivindicar la parodia, la risa y el carnaval queer de cuerpos abyectos, sexualmente disidentes, descarados e irrespetuosos contra la mojigata moral tradicional, con el objeto de deconstruir los binarismos opresivos hombre/mujer, masculino/femenino, blanco/negro, hetero/homo, público/privado, etc. Producir subjetividades excéntricas como forma de lucha y desestabilización de la normalidad y el régimen heterosexual-capitalista-colonial-racista, se convierte en un acto para atentar contra la producción frenética de “diferencias”, diferencias que funcionan para la legitimación de desigualdades. Es aquí donde el feminismo múltiple, excéntrico, fronterizo y descolonial, persiste en la desestabilización y teatralización deconstructiva: Estas diferencias no son “representables” dado que son “monstruosas”…En este sentido, las políticas de las multitudes queer se oponen tanto a las instituciones políticas tradicionales que se presentan como soberanas y universalmente representativas, como a las epistemologías sexopolíticas heterocentradas que dominan todavía la producción de la ciencia.
Irrumpir las diferencias, interpelarlas, exceder el binarismo de la estructura del género, cuestionar el racismo, el clasismo y la colonialidad, requieren de políticas contra-sexuales como ejes de contestación feminista, en las cuales el cuerpo, los placeres, los orgasmos, sean totalmente reconceptualizados para hacerle frente al ordenamiento heterosexual que los dispositivos de normalización masculinista han impuesto sobre las corporalidades. Se trata de descentrar el placer de los genitales, de descubrir los espacios públicos como lugares para la puesta en escena de las multitudes queer degeneradas y multiorgásmicas, que reviertan las tecnologías de privatización del placer sexual, y generen inquietantes formas de construcción del deseo que transgredan tanto la “homosexualidad” y la “heterosexualidad”. La utopía no puede existir sin la politización de la sexualidad, su desbordamiento, su goce y su práctica múltiple: Mi feminismo utópico es una creencia incrustada en mi cuerpo, una creencia de que la carne de la multitud es evasiva, nunca puede ser completamente atrapada en la jerarquía orgánica de un cuerpo político…

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